En la noche del 1º de febrero de 1970, a las 20,15 hs. un tren procedente
de Zárate con algo más de 1.000 pasajeros regresando de su balneario, tras
dejar la estación de Benavídez, con destino a Retiro, sufre su locomotora un
desperfecto a mil metros de la misma deteniéndose luego de una curva,
procediendo su maquinista a tratar de solucionar la falla en el motor..
Pero detrás, desde Tucumán venía avanzando el Mixto 1016, que desde Rosario
venía como Rápido a Retiro tirado por dos locomotoras, recuperando 45 minutos
de atraso a una velocidad superior a los 100 km/h. Fatalmente, por un error de
operación del señalero de la Estación Benavidez, este dio vía libre a la misma vía donde se hallaba detenido el tren anterior (El
señalero debía de haber recibido un aviso de la Estación Pacheco comunicando
que el Zarateño ya había pasado, pero como dicho tren nunca llegó –detenido a
1000 metros de Benavidez- la señal
debía permanecer en rojo, pero por equivocado proceder la cambió a verde).
.Así las cosas, el Tucumano hallando vía libre pasó veloz por Benavídez
y como a 600 metros más adelante, al salir de una curva se encuentra con el
tren detenido en su misma vía, aplica frenos y bocina, resultando inútil porque
400 metros por delante le eran insuficientes necesitando mínimo 800 metros más para su frenado total. El encuentro fue devastador. Según relató el mismo
maquinista: “Cerré los ojos y recé hasta que llegó el estallido final”... cuando esa locomotora arrasó metiéndose dentro de aquel último coche del zarateño repleto de gente.
El otro maquinista, del tren detenido, con heridas al caer de su locomotora a
las vías, tomó un caballo y galopó hasta la estación de Pacheco a pedir
auxilios. Enterado el General Onganía, presidente -de facto- de la Nación, dispuso que todos los médicos de la región
–incluidos los de vacaciones- participasen en el operativo junto a unas 11
dotaciones de Bomberos.
Toda la noche y la mañana siguiente se extrajeron
heridos que se trasladaron en todo tipo de vehículo, incluso a caballo. A las 4
de la madrugada se largó una lluvia pero nada se detuvo..
Por el choque varios
coches de ambos trenes se montaron unos dentro de otros y los coches
antepenúltimo y penúltimo del Zarateño volaron –literalmente- por sobre su
propio tren cayendo 80 metros más adelante a un costado de la vía.
Entre ambos
trenes sumaban unos 1450 pasajeros. El diario Clarín del día 3 de Febrero
publicó la suma de 236 muertos y cerca de 600 heridos. Se supo que el propio
Gral. Onganía viajó al lugar, pero hizo detener su tren lejos para observar con
prismáticos y luego regresar a la capital… También visitó un Hospital de Campaña
de la zona pero ‘impresionado’ se fue rápidamente..
Tras extraer todos los cuerpos que se pudo, y siendo imposible despegar la
maraña de material de acero, madera, vidrio… de los coches montados unos en
otros, para evitar se produjese una epidemia –se dijo-, se dispuso incendiar
“piadosamente” los mismos, con los fallecidos adentro. Con ello se estimó –in
situ- que no fue real la cifra de los 236 muertos, y que los muertos superaron
los 500. Pero el gobierno afirmó solo 236 para no pagar la millonaria cifra
correspondiente de los seguros. Existieron 300 muertos más que el gobierno
nunca reconoció. La desafortunada mentira del número de fallecidos jamás fue
admitida ni publicada, pero quedó como un escandaloso secreto a voces en quienes
debieron dar fuego…en los vecinos del lugar … y en la censura de la época!!!
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